Mariana Lain

Pinturas (1997)

En galería Ynguanzo.

MARIANA LAÍN: UN HORIZONTE CERCANO

La imagen es instante. Y el instante migaja de eternidad. El mantel se detiene en el aire, antes de extenderse sobre la arena. La sombra prefigura la caída tras el vuelo. La orilla es fluctuante, el horizonte rígido. Nace de la cómplice conjunción del mar con el cielo. La cuadratura del lienzo señala las fronteras del cuadro en la pared, pero la mirada nunca excede el horizonte. Su línea inalterable nos remite a la playa y a las figuras en movimiento, un niño de rodillas y una niña de pie. El niño se topa con su sombra en el mantel henchido, la niña calcula la distancia que les separa de las lánguidas olas deshechas en espuma, como jirones de nube abatidos, antes de ser reabsorbidos por la arena. Se adivina el rumor del mar en las verdes reminiscencias expandidas sobre el silencio dorado que encubre la pincelada. Y, de pronto otra vez el mar, en otro cuadro, donde irrumpe la alegría del chapoteo. Un chico rehuye las salpicaduras. Brota la espuma concertada con la risa, en una eclosión feliz que contrasta con un cielo amarillo y un horizonte sinuoso, en el que se adivinan vestigios tormentosos. Ha pasado la borrasca o sobreviene el atardecer. La amenaza, en cualquier caso, no interfiere el regocijo del momento. Por el contrario, lo resalta. La familia está contenta, porque juegan juntos. El agua está fría y emana luz.

Hay un misterio que se quiere cotidiano, como para exorcizar el vértigo del tiempo pasado o por pasar, hay una melancolía que fluye con púdica sensualidad, hay una entrañable complicidad en la mirada al observador. Es una demanda de afecto y protección, antes de volverse de espaldas o ensimismarse o tumbarse placenteramente para ser acariciada por el pincel. Hay una extremada cautela que exacerba la sensibilidad. He aquí un mundo secreto y seductor, nórdico y cercano, una realidad revelada por el talento sutil, amable y profundo, de una excepcional pintora: Mariana Laín. Todo aquél que quiera acercarse a ella debe hacerlo de puntillas para no turbar la quietud del aire que la rodea y el efluvio de sus pensamientos y recuerdos. Al poco rato, nos sentiremos como de la misma familia. Inmersos en sus cuadros. En ello radica su magia secreta.

GONZALO SUÁREZ

De espaldas con nenúfares, 1997

De espaldas con plano, 1997

Después del café, 1997

El juego, 1997

Entrando en el lago, 1997

Invierno con nieve, 1997

Mujer tumbada en la piscina, 1997

Salvavidas, 1997

Verano con albornoz amarillo, 1997